sábado, 24 de noviembre de 2018

TIEMPO, ACCIÓN, ESPACIO Y LUGAR EN EL LAND ART.

EL TIEMPO Y LA ACCIÓN EN EL LAND ART.


Cuando se hace referencia al tiempo en el arte contemporáneo, siempre sale a luz la concepción del tiempo como algo cíclico, es decir, una vuelta a los orígenes. 

Ejemplo de ello es cómo varios artistas, como es el caso de Robert Morris, se acercan a monumentos megalíticos como Stonehenge o las famosas líneas de Nazca, que se fechan entre el 300 a.C. y el 800 d. C. Estas manifestaciones de culturas pasadas tenían sus modernas manifestaciones propias del mundo contemporáneo. Tal era el caso de las huellas dejadas en los campos por las lanzaderas de cohetes y naves espaciales en los años 60 del siglo XX. 

Pero lo interesante en esta preferencia por las huellas del pasado es que no tiene un sentido nostálgico, de añorar ese pasado primitivo, sino cómo a pesar del tiempo pasado y lo que hemos progresado tecnológicamente, resulta que en esencia seguimos siendo los mismos.

Líneas de Nazca, Perú

Dentro de este apartado relativo al tiempo son interesantes las reflexiones que realiza Dennis Oppenheim, pero aquí haremos valoraciones generales, en las que también participan las obras de Oppenheim. 

Por hacer unas breves referencias su labor, en su obra Anillos anuales, sus anillos se encuentran en la frontera entre EE.UU. y Canadá. De esta forma consigue que las líneas que traza se encuentren en dos husos horarios diferentes, a pesar de estar en un reducido espacio. Su pretensión es mostrarnos cómo el tiempo que vivimos no es real, sino que es una ficción creada por nosotros mismos (estas reflexiones ya se habían puesto de manifiesto en los inicios del cine con las primeras películas que saben combinar a la vez dos acciones y tiempos distintos, como por ejemplo en Asalto y robo de un tren de Porter, en 1903). 

Pero, tal vez, el aspecto más interesante relativo al tiempo sea la importancia del proceso (ya hemos visto la manera en que, a través del proceso, se vincula el Land art con el arte conceptual). Como dice Tonia Raquejo, la obra del Land art está constituida por un instante, mil procesos. Cualquier earthwork está conformado por un largo proceso encaminado a un instante que culmina dicho proceso, dando así completa plenitud a la obra. 

Sólo hay que pensar en trabajos como el de Robert Smithson titulado Leñera parcialmente enterrada, de 1970. En esta obra Smithson se dedica a ir tapando con tierra, que arroja con una excavadora, una construcción, hasta que ésta, por el peso de la tierra, se cayó. Aquí evidentemente se busca ese instante concreto en el que la estructura cede, pero no menos importante es el proceso seguido, ya que importa tanto el resultado como el proceso. Y este es un buen ejemplo para ver que este trabajo de Smithson se encuentra bordeando entra la performance y el arte de acción. 

Obviamente, en el Land art cobra gran importancia el proceso porque se juega con lo efímero de la obra. Y en relación a este carácter efímero, también tiene importancia el proceso de creación, no ya sólo el que realiza el autor, sino la propia acción que ejerce la naturaleza. Podemos recordar trabajos como los de Peter Hutchinson, que coloca productos perecederos en la naturaleza para ver cómo ésta realiza su acción sobre ellos, además de jugar con la idea del paso del tiempo.

EL ESPACIO Y EL LUGAR EN EL LAND ART.


Otro de los puntos interesantes del Land art es la cuestión relativa al lugar y al espacio. En referencia a este asunto, el estudio de la idea del espacio y del lugar, podríamos estructurarlo en tres apartados: 

  1. El lugar como localización, es decir, su importancia a la hora de realizar un determinado trabajo. 
  2. El diálogo entre espacios interiores y exteriores.
  3. La aparición del no-lugar en las obras de R. Smithson. 

La importancia del lugar cobra toda su significación en el caso del Land art, ya que el paisaje que se elige para llevar a cabo la intervención nos condiciona, nos imponen sus características. 

Por ejemplo Richard Long, inglés, se distanciaba de los americanos en su forma de intervenir en la naturaleza. A diferencia de ellos no se muestra tan agresivo, no realiza perforaciones o grandes excavaciones, sino que se limita a trazar líneas, espirales, etc., en el suelo, o a mostrarnos esos hallazgos que han tenido lugar durante su paseo por el paisaje. Esto lo que provoca es que Long establezca un diálogo con la naturaleza y, esto también es importante, con el lugar. Este íntimo contacto entre artista y lugar es lo que llevará a Long a determinar que cada trabajo representa una intervención única, que responde al propio lugar y que no podría darse en ningún otro sitio. 

Este diálogo con el lugar y la forma de proceder a la hora de llevar a cabo lo proyectado supone un claro contraste con lo que harán otros artistas del Land art, siendo el motivo que impulse a Richard Long rechazar su inclusión en esta corriente.

No-lugar Essen, R. Smithson

Contenedor del No-lugar Mono Lake, R. Smithson

La obra de Land art, por definición, nos lleva a espacios naturales abiertos, es decir, al exterior. Pero lo llamativo es que al organizar una exposición se crea una confrontación entre el espacio exterior y el espacio interior. 

Cuando en una muestra se nos dan las fotografías tomadas de lo hecho en la naturaleza, en el exterior, entramos en una problemática. Lo que aquí se plantea es si debemos considerar, o no, esos documentos gráficos como parte de la obra. Porque en estos casos se plantea si lo allí mostrado es un simulacro de la obra exterior. 

Normalmente se tendía a pensar que toda esa documentación sólo servía como fuente gráfica para conocer el modo en que se había concebido la obra. Pero el Land art cambia esta visión, ya que por la importancia del proceso y lo efímero del resultado, estas fotografías o restos de la naturaleza que se toman y se llevan al interior de la galería, forman parte del lugar de igual manera que la propia intervención o acción que se lleva a cabo en la naturaleza. 

A partir de esta dialéctica entre espacio exterior y espacio interior, se deriva otro camino interesante, en este caso explorado por Robert Smithson: la investigación que efectúa sobre el lugar y el no lugar, que le llevará a realizar obras tan interesantes como No-lugar Essen o el mapa del No-lugar Mono Lake, ambas a finales de la década de 1960.

Podemos destacar algunas características de la relación que establece el artista entre el lugar y el no-lugar. Para T. Raquejo esta relación consta de tres niveles:

  1. Ambos dominios están presentes y ausentes al mismo tiempo. El no-lugar es la ausencia del lugar; pero en el lugar también hallamos ausencia, pues una parte del material ya no está allí, está llenando el contenedor que se expone en la galería.
  2. Ambos son contenedores. El no-lugar es un contenedor, que a su vez está dentro de otro contenedor, la habitación. De la misma manera, el territorio del afuera donde se interviene es otro contenedor, pues se delimita con respecto a la totalidad del entorno.
  3. Cosas en dos dimensiones y en tres dimensiones se intercambian sus sitios, de tal manera que hay un cambio de escalas. Lo grande se convierte en pequeño, y lo pequeño en grande, como consecuencia de los medios a través de los cuales se presenta la obra.

Sin duda, esta reflexión sobre el lugar y el espacio constituye uno de los puntos más atractivos de cuantos se plantea el Land art.

Fuente: Texto de Luis Javier Gómez Martín, publicado en la revista electrónica Clasesdehistoria.
http://www.claseshistoria.com/revista/2009/articulos/gomez-landart.pdf

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